Primer amor

Ene 20, 2019 | ApS, reflexiones, Voluntariado | 0 Comentarios

Puede ser verdad que el primer amor nos deja una marca indeleble, para bien o para mal. Y puede ser que con el voluntariado también sea así. En mi caso, reconozco que siempre sentí, y sentiré predilección, por el sitio donde me convertí por primera vez en voluntaria: oncología infantil. Aunque cambien las ciudades, los hospitales, los niños, las familias o incluso aunque haya cambiado el hecho de no poder seguir yendo en la ciudad en la que me encuentro ahora, aunque pasen los años y aunque ahora hasta forme parte de una ONG propia…cuando me dan la oportunidad de hablar sobre ello, soy capaz de hacerme los kilómetros que haga falta, porque el corazón me baila y se llena de entusiasmo. Así que después de entregar a mis apaches, salí del colegio y me fui a Sevilla, llena de curiosidad y de ganas por saber quiénes serían los alumnos que iban a preparar los talleres en la planta de oncología del Hospital Universitario Virgen del Rocío.

Como sabéis por nuestras últimas actualizaciones, Tiritas Creativas está colaborando con la Universidad de Sevilla para que los profesores y los alumnos que lo deseen puedan enfocar una parte de su aprendizaje a través de la metodología de Aprendizaje y Servicio solidario. En este caso, iba a encontrarme con un grupo de estudiantes del grado de Primaria que habían elegido colaborar con ANDEX (Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía) y Tiritas creativas para crear un taller con el que conseguir una tarde diferente en su rutina hospitalaria. Así que allí estaba yo, delante de quince aspirantes a maestros deseosos de saber en qué berenjenal se habían metido.

La planta de oncología es un sitio muy especial (y dentro de ese “especial” podéis lanzar muchas palabras: duro, gratificante, triste, extremo, acogedor, extraño, asfixiante, pacífico, revolucionario, colorido, lleno, vacío, solitario, exclusivo, desconocido…) y las experiencias como voluntarios muy diversas, pero sí que podemos dar una serie de “agarres” para los que quieren empezar a compartir sus talentos creativos y su tiempo allí. Sobre todo, ser conscientes de nuestras expectativas y tener la templanza necesaria para ir colocando nuestras emociones en el sitio y el momento adecuado. Por supuesto, respetar el funcionamiento interno de la planta (tanto desde el punto de vista de la higiene, como del “ritmo” de los que allí están) y tener en cuenta ciertos aspectos técnicos a la hora de presentar las actividades. Un voluntario de oncología tiene que mantenerse siempre en equilibrio: valentía y prudencia, un amor genuino por lo que hace y distancia para seguir ayudando a todos los que vengan después.

Creo que todos los voluntarios son necesarios: los bulliciosos y chispeantes, los tímidos y tranquilos, los que saben tocar un instrumento y los que son unos hachas jugando a las cartas, los que se ríen a carcajadas y los que saben sentarse y acompañar el silencio. Ninguno de nosotros aprendió todo de golpe y todos metimos la pata, todos pensamos el primer día que no seríamos capaces y ninguno creyó que sería el mismo cuando se montara en el autobús para volver a casa.

A los alumnos con los que tuve el privilegio de compartir un poco de todos estos años como voluntaria de oncología, les recordaría ahora que creen con mimo y entusiasmo esa hora (¡y que crean en ella!). Tenéis muy buenas ideas: ¡nosotras estamos aquí para ayudaros en el proceso creativo! Pasadlo bien imaginando. Si hay risas y cosquilleo en la tripa durante el proceso de creación…vais por buen camino.

¡Los niños y las familias os esperan para pasar una tarde diferente!

Beatriz.

Primer-amor_Voluntariado

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